lunes, 28 de enero de 2008

Piedras blancas, piedras negras

Siempre me ha sorprendido la ligereza con que algunas personas preguntan: "¿Eres feliz?" Cuando soy el interpelado, suelo responder: "Te contesto si me defines antes la felicidad". Como es lógico, sólo consigo que me pongan cara de "ya-salió-el-puto-listillo" y dejen de hablarme, pero juro por mi colección de tebeos de Spiderman que no busco provocar o fastidiar. Realmente me gustaría saber a qué se refieren para responder en consecuencia, pero casi nadie se atreve con una definición -entiéndase: asbtracta, genérica, universal- a la que sólo se han arriesgado los mayores filósofos. Y estos, a lo sumo, han vinculado la felicidad a una determinada forma de plantearse la existencia.

Creo que definir la felicidad es imposible porque la felicidad no existe. Los que existen son los momentos felices y los infelices y cada momento será de una u otra clase en función de la persona que lo experimente. Leí una vez que, en no sé qué cultura, al anochecer, sus integrantes metían en un frasco una piedra blanca si consideraban que su día había sido feliz y una negra en caso contrario. En su lecho de muerte, contaban las piedras. La felicidad sería, así, la mayor o menor colección de días (de momentos) felices.

Ahora bien, ¿se puede definir -también abstracta, genérica, universalmente- un momento feliz? ¿Hay alguna característica común a todos los momentos felices individuales? En otra ocasión, leí -o interpreté lo que leía, no recuerdo- algo así como que los momentos felices son aquellos en los que desaparece la sensación del paso del tiempo. Me parece acertada la definición, aunque plantee otra pregunta: ¿qué tienen esos momentos para obrar tal prodigio? A mi juicio, una intensidad y una capacidad de absorción de nuestra atención tales que, valga la paradoja, nos sumergen momentáneamente en la infinitud, en la atemporalidad, relegando a un segundo plano la única y permanente certeza que tenemos: que vamos a morir.

No hay comentarios: