jueves, 11 de septiembre de 2008
Prepotencia e impotencia
Me revientan los poseedores de la verdad. Y César Vidal, el hombre cuyos "negros" deben de ser más numerosos que los hijos de Bill Cosby, se compromete a "seguirla diciendo". Y yo aquí sin actualizar el blog por la sencilla razón de que no se me ocurre nada sobre lo que opinar con un mínimo de criterio. Porque cada vez me descubro más vacío de convicciones. Porque creer que la sabiduría consiste, precisamente, en cuestionarlas a cada momento ha dejado de ser un consuelo. Porque lo que pensaba ayer es diferente de lo que pienso hoy y, con toda probabilidad, de lo que pensaré mañana. Porque, sin dejar de respetarlos, sospecho de quienes se mantienen fieles a una idea durante toda su vida.
jueves, 24 de julio de 2008
miércoles, 23 de julio de 2008
Karadzic me rejuvenece
Fue la primera guerra que viví como periodista, cuando tenía poco más de 20 años. Dicho así, parece que estuve en Bosnia, pero no. Quiero decir que, como apasionado de las relaciones internacionales, me empapé de aquel conflicto balcánico y, en el informativo radiofónico en el que trabajaba, se me asignó su seguimiento y la relación con el "corresponsal en la zona", un señor argentino muy simpático que vivía en Varsovia y transmitía desde allí sus crónicas, fusilando sin pudor los teletipos de la Agencia EFE, alguno de cuyos reporteros, probablemente, sí las estaba pasando putas en Sarajevo o un sitio peor. Vamos, como si hubiera un atentado de ETA en Madrid y el periodista encargado de informar de ello estuviera en Roma, "en la zona". Un compañero, ya en sus treinta, se ofreció para desplazarse a la capital bosnia, pero la empresa alegó falta de fondos, y eso que en aquellos tiempos era la número uno en audiencia y sí destinaba ingentes cantidades de dinero a algunas divas cuya cobertura del crimen de Alcáser ha pasado a los anales del amarillismo más repugnante.
El caso es que todo mi odio por lo que estaba sucediendo se concentró en el hijo de la gran puta de Radovan Karadzic, cuya reciente detención me ha quitado quince años de encima. "Gracias" a él aprendí que eso de que en las guerras no hay buenos ni malos es relativo. Que entre el francotirador serbio que le vuela la cabeza a un niño y éste hay ciertos matices. Que entre los milicianos que violan en grupo a una mujer y ésta también la hay. Que los bastardos que sacan de una ciudad a todos sus habitantes varones y les pegan un tiro en la cabeza son diferentes a sus víctimas. ¿Y quién estaba detrás de todo ello? Karadzic, al que los europeos dejamos hacer durante tanto tiempo porque lo suyo era "un asunto interno". Y, una vez más, tuvieron que venir los americamos con sus aviones, cogernos de la manita y arreglarnos el marrón.
Karadzic, te deseo lo peor. Que escapes y te pille una panda de mafiosos bosnios con familiares muertos en Srebrenica. Que te sodomicen, te peguen dos tiros y te dejen agonizando colgado de un árbol. Entre otras cosas, por haberme hecho así. Y porque lo de La Haya es una mariconada y, a lo sumo, te condenarán a cadena perpetua, dándote la posibilidad de un suicidio dulce que no te mereces.
El caso es que todo mi odio por lo que estaba sucediendo se concentró en el hijo de la gran puta de Radovan Karadzic, cuya reciente detención me ha quitado quince años de encima. "Gracias" a él aprendí que eso de que en las guerras no hay buenos ni malos es relativo. Que entre el francotirador serbio que le vuela la cabeza a un niño y éste hay ciertos matices. Que entre los milicianos que violan en grupo a una mujer y ésta también la hay. Que los bastardos que sacan de una ciudad a todos sus habitantes varones y les pegan un tiro en la cabeza son diferentes a sus víctimas. ¿Y quién estaba detrás de todo ello? Karadzic, al que los europeos dejamos hacer durante tanto tiempo porque lo suyo era "un asunto interno". Y, una vez más, tuvieron que venir los americamos con sus aviones, cogernos de la manita y arreglarnos el marrón.
Karadzic, te deseo lo peor. Que escapes y te pille una panda de mafiosos bosnios con familiares muertos en Srebrenica. Que te sodomicen, te peguen dos tiros y te dejen agonizando colgado de un árbol. Entre otras cosas, por haberme hecho así. Y porque lo de La Haya es una mariconada y, a lo sumo, te condenarán a cadena perpetua, dándote la posibilidad de un suicidio dulce que no te mereces.
miércoles, 16 de julio de 2008
Cambios, progreso y reacción
Coincide esta magistral viñeta de El Roto, que publica hoy El País, con que ayer estuve una conferencia en la que la consejera delegada de una de las mayores agencias de publicidad de España consiguió sacarme de mi sopor habitual en este tipo de actos con un gráfico temporal en el que se señalaban los grandes hitos tecnológicos que han revolucionado la vida de los seres humanos. Llamaba la atención sobre el hecho de que antiguamente el tiempo transcurrido entre un hito y otro fuera de siglos, incluso milenios (de la invención de la rueda a la de la imprenta, por ejemplo), pero, desde finales del siglo XIX, sea de décadas, incluso años. En efecto, desde que en 1876 se patentara el teléfono, los cambios se han producido a una velocidad de vértigo, sobre todo en las dos últimas décadas, con la generalización de internet y la telefonía móvil y las consecuencias socioeconómicas -hasta políticas, me atrevería: que se lo digan a chinos y cubanos- que ha conllevado.
Recuerdo un libro de Luis Racionero, "El progreso decadente", en el que venía a decir que, hasta la Segunda Guerra Mundial, la humanidad había evolucionado a la par en los ámbitos material y espiritual (entiéndase el término "espiritual" no en sentido religioso, sino en relación con el pensamiento, la ética, la razón...). Sin embargo, acabado el conflicto, la evolución material ha sido siempre más rápida que la espiritual. Internet llegó mucho antes de que supiéramos qué hacer con sus múltiples posibilidades. Los científicos estuvieron listos para la manipulación genética cuando políticos o filósofos ni se habían planteado si debían ponerle límites. Como mostró también ayer la conferenciante, existen ya robots en Japón capaces de expresar "emociones", con lo que, si no las sienten, estarán a punto de hacerlo. Y, salvo los escritores de ciencia-ficción, nadie se ha preguntado aún cómo gestionarlas.
Mi adorado Ermesto Sabato suele citar a Schopenhauer, según el cual "hay épocas de la historia en que el progreso es reaccionario y las tradiciones, progresistas”. Quizá vivamos en una de ellas. No se trata de parar el progreso, sino de readecuar a su ritmo la evolución espiritual, máxime en un momento en el que la educación se vuelca en las ciencias y mira por encima del hombro a las humanidades. Da pavor imaginar lo que harán tantos jóvenes educados al amparo de logses, loes, peperos, sociatas y nacionalpaletos con las nuevas tecnologías. Qué coño: da pavor imaginar lo que haremos nosotros mismos, anestesiados, precisamente, por la velocidad con que se suceden los cambios y fluye la información y con una educación a nuestras espaldas que tampoco es que fuera para echar cohetes. Sin humanismo, sin espíritu, seremos campo abonado para que cualquier imbécil con unas pocas pero firmes ideas -llámesele Bush, islam radical o ultraliberalismo- nos las imponga fácilmente como se les imponen a los niños, ocupados con sus juguetes -los nuestros, eso sí, de última generación- y necesitados, por tanto, de delegar en otros su futuro.
lunes, 14 de julio de 2008
¿Por qué nos insultan? (2ª parte)
Declaraciones del Papa a los periodistas en el avión que le lleva a Australia, donde, por lo visto, se han dado casos de abusos sexuales a menores por parte de curas católicos: la pederastia es un comportamiento "incompatible con el sacerdocio, porque contradice la santidad". Benedicto, por amor de Dios, que la pederastia es incompatible con TODO: con el sacerdocio, con la jardinería, con el periodismo, con la abogacía, con la pesca, con el fútbol, con la papiroflexia... porque es un delito, y quienes lo cometen deberían estar en la cárcel o colgados de un árbol. A mí los asuntos internos de cualquier institución religiosa me son indiferentes -no sus delitos, que se convierten, evidentemente, en asuntos "externos"-, pero quizá el máximo representante del catolicismo debería plantearse que, si los sacerdotes tuvieran libertad para casarse, follar o masturbarse, a lo mejor descendía el número de "incompatibilidades", por aquello de la represión del deseo. Ni el adolescente más pajillero está tan obsesionado por el sexo como la Iglesia Católica. La diferencia es que al primero se le pasa durante un rato tras cada "acto intrínseca y gravemente desordenado" (este último entrecomillado, extraído de la Declaración "Persona humana" de la Congregación para la Doctrina de la Fe).
jueves, 10 de julio de 2008
¿Por qué nos insultan?
José Luis Rodríguez Zapatero, en reciente entrevista a El País: “Para mí (Bibiana Aído) merece el respeto de representar al Gobierno de España y de tener sus plenos derechos constitucionales para ser ministra, a pesar de tener 31 años y ser mujer”. El “a pesar de” es cojonudo. Se me ocurren pocos políticos más paternalistas y machistas que ZP. Y sigue: preguntado por las gilipolleces que suelen salir de la boca de la ministra de Igualdad, las define como “una técnica para fomentar debates”. Con dos cojones.
José María Aznar, en reciente entrevista a Telemadrid, asegura que, cuando defendió que había armas de destrucción masiva en Irak, ésta “era una creencia generalizada en todo el mundo”. Que yo recuerde, los inspectores de la ONU opinaban justo lo contrario. Como cualquier persona que, durante los años anteriores, se hubiera fijado en esas noticias breves que, escondidas en las páginas de Internacional de los periódicos, iban informando periódicamente del exhaustivo desmantelamiento del arsenal iraquí tras la primera guerra del Golfo. “Todo el mundo” eran el chimpancé Bush, el alelado Blair y Colin Powell, el hombre del power point todo-a-cien en el Consejo de Seguridad. Y Aznar va, lo suelta y se queda tan ancho. Y se rumorea que Acebes anda por el Amazonas investigando la conexión entre el 11-M, Sadam Hussein, el Lute y los yanomamis.
Menú de la reciente cena de despedida de los dirigentes del G-8 -los que de verdad mandan, no los dos pringaos anteriores-, centrada en el cambio climático y el hambre en el mundo. Entradas: maíz relleno de caviar, salmón ahumado, erizo de mar, tartaleta de cebolla y bulbos de azucena y ajedrea. Primeros platos: ternera de Kyoto bañada en algas y condimentada con espárragos y salsa de sésamo, tacos de atún con aguacate, salsa de soja y shiso, sopa de almejas, congrio con azucenas y vinagreta de soja, langostinos, rollitos de anguila a la plancha envueltos en bardana, boniatos y gobio frito en aceite de soja y azúcar. Entre plato: sopa de marisco. Segundo plato: pescado del Pacífico a la plancha con vinagreta de pimienta. Tercer plato: cordero lechal con hierbas aromáticas, trufas negras y salsa de piñones. Pre-postre: tabla de quesos con miel de lavanda y frutos secos. Postre: degustación de la “fantasía del G-8”. Café y dulces rellenos de fruta. Por una vez que los políticos, tan dados a transmitir únicamente “gestos”, nunca ideas, podían haber hecho uno de verdad...
José María Aznar, en reciente entrevista a Telemadrid, asegura que, cuando defendió que había armas de destrucción masiva en Irak, ésta “era una creencia generalizada en todo el mundo”. Que yo recuerde, los inspectores de la ONU opinaban justo lo contrario. Como cualquier persona que, durante los años anteriores, se hubiera fijado en esas noticias breves que, escondidas en las páginas de Internacional de los periódicos, iban informando periódicamente del exhaustivo desmantelamiento del arsenal iraquí tras la primera guerra del Golfo. “Todo el mundo” eran el chimpancé Bush, el alelado Blair y Colin Powell, el hombre del power point todo-a-cien en el Consejo de Seguridad. Y Aznar va, lo suelta y se queda tan ancho. Y se rumorea que Acebes anda por el Amazonas investigando la conexión entre el 11-M, Sadam Hussein, el Lute y los yanomamis.
Menú de la reciente cena de despedida de los dirigentes del G-8 -los que de verdad mandan, no los dos pringaos anteriores-, centrada en el cambio climático y el hambre en el mundo. Entradas: maíz relleno de caviar, salmón ahumado, erizo de mar, tartaleta de cebolla y bulbos de azucena y ajedrea. Primeros platos: ternera de Kyoto bañada en algas y condimentada con espárragos y salsa de sésamo, tacos de atún con aguacate, salsa de soja y shiso, sopa de almejas, congrio con azucenas y vinagreta de soja, langostinos, rollitos de anguila a la plancha envueltos en bardana, boniatos y gobio frito en aceite de soja y azúcar. Entre plato: sopa de marisco. Segundo plato: pescado del Pacífico a la plancha con vinagreta de pimienta. Tercer plato: cordero lechal con hierbas aromáticas, trufas negras y salsa de piñones. Pre-postre: tabla de quesos con miel de lavanda y frutos secos. Postre: degustación de la “fantasía del G-8”. Café y dulces rellenos de fruta. Por una vez que los políticos, tan dados a transmitir únicamente “gestos”, nunca ideas, podían haber hecho uno de verdad...
viernes, 4 de julio de 2008
Colas en exposiciones
Por la entrada anterior me he acordado del grabado “Melancolía” (arriba a la izquierda) de Durero, probablemente el mejor dibujante de la historia. Lo vi en el Museo Thyssen, donde se exponía el año pasado dentro de la muestra “Durero y Cranach”. A las colas para entrar se añadían las que se formaban delante de esa obra, una de las más emblemáticas de su autor por las diferentes interpretaciones que suscita. Ocurría que, por las mismas fechas, la Biblioteca Nacional albergaba otra exposición, “Biblioteca Hispánica: obras maestras de la Biblioteca Nacional de España”, que incluía -oh, casualidad- el mismo grabado, aunque sin colas para apreciarlo ni para acceder al lugar.
¿La diferencia? Que “Durero y Cranach” se había publicitado a bombo y platillo y a los tesoros de la Biblioteca no les había hecho caso ni Dios. Y eso que allí estaban los manuscritos o las primeras ediciones de todos esos libros que los españolitos estudian alguna vez en su vida (o estudiaban, que vete a saber tú ahora lo que han perpetrado con la educación entre PP, PSOE y nacionalistas varios): el “Beato de Liébana”, las “Cantigas de Alfonso X”, el “Mío Cid”, el Quijote, el “Libro del buen amor”, la Constitución de Cádiz... Entre ellos, los dos únicos ejemplares escritos por Leonardo de su puño y letra que hay en España y -porque la Biblioteca Nacional no sólo atesora libros- uno de los escasos cinco o seis dibujos que se conservan de Velázquez (arriba a la derecha).
En plena efervescencia davinciniana, dado el éxito de la novela de Dan Brown, sólo con se hubiera montado una exposición para dar a conocer los dos libros citados y se hubiera informado de ella machaconamente, las colas habrían llegado a Quinto Coño Street. Pero ya se sabe que mucha, muchísima gente, acude a exposiciones no porque le interesen las piezas que las componen sino porque hay que ir a verlas. Porque se lo han dicho en la tele, porque las han inaugurado los Reyes o porque, si se forman tantas colas, por algo será... Aún recuerdo el barullo tras la ampliación del Prado, a rebosar de jubilados que, aprovechando la gratuidad del evento, dedicaban en torno a una décima de segundo a cada cuadro y, como gritó alguno de ellos, iban buscando “las puertas esas donde salía Zapatero el otro día”.
Hace años, Umberto Eco publicó un artículo en el que pedía reproducciones exactas de las grandes obras artísticas de la humanidad para desviar hacia ellas a estos “intelectuales de ocasión” que van a hacerse la foto y poco más. Creo recordar que proponía un Partenón de cartón-piedra a las afueras de Atenas, una Galería de los Uffizi de pega en los alrededores de Florencia y una copia de la Mona Lisa fuera del Louvre. Así el Partenón, la Galería y la Gioconda originales quedarían más despejados para quienes verdaderamente supieran apreciarlos. La cuestión es: ¿cómo distinguirlos? ¿Se les hace un examen de Historia del Arte? Más aún: ¿debe recuperar el arte su condición elitista? ¿Hay que encarecer las entradas a museos y exposiciones, como proponen algunos, para que los precios actúen como filtro? ¿Acaso no tiene derecho todo el mundo a ir y pasearse por donde le salga de los giocondos? ¿Quién es nadie para proclamarse más capaz de disfrutar de la pintura que otros?
¿La diferencia? Que “Durero y Cranach” se había publicitado a bombo y platillo y a los tesoros de la Biblioteca no les había hecho caso ni Dios. Y eso que allí estaban los manuscritos o las primeras ediciones de todos esos libros que los españolitos estudian alguna vez en su vida (o estudiaban, que vete a saber tú ahora lo que han perpetrado con la educación entre PP, PSOE y nacionalistas varios): el “Beato de Liébana”, las “Cantigas de Alfonso X”, el “Mío Cid”, el Quijote, el “Libro del buen amor”, la Constitución de Cádiz... Entre ellos, los dos únicos ejemplares escritos por Leonardo de su puño y letra que hay en España y -porque la Biblioteca Nacional no sólo atesora libros- uno de los escasos cinco o seis dibujos que se conservan de Velázquez (arriba a la derecha).
En plena efervescencia davinciniana, dado el éxito de la novela de Dan Brown, sólo con se hubiera montado una exposición para dar a conocer los dos libros citados y se hubiera informado de ella machaconamente, las colas habrían llegado a Quinto Coño Street. Pero ya se sabe que mucha, muchísima gente, acude a exposiciones no porque le interesen las piezas que las componen sino porque hay que ir a verlas. Porque se lo han dicho en la tele, porque las han inaugurado los Reyes o porque, si se forman tantas colas, por algo será... Aún recuerdo el barullo tras la ampliación del Prado, a rebosar de jubilados que, aprovechando la gratuidad del evento, dedicaban en torno a una décima de segundo a cada cuadro y, como gritó alguno de ellos, iban buscando “las puertas esas donde salía Zapatero el otro día”.
Hace años, Umberto Eco publicó un artículo en el que pedía reproducciones exactas de las grandes obras artísticas de la humanidad para desviar hacia ellas a estos “intelectuales de ocasión” que van a hacerse la foto y poco más. Creo recordar que proponía un Partenón de cartón-piedra a las afueras de Atenas, una Galería de los Uffizi de pega en los alrededores de Florencia y una copia de la Mona Lisa fuera del Louvre. Así el Partenón, la Galería y la Gioconda originales quedarían más despejados para quienes verdaderamente supieran apreciarlos. La cuestión es: ¿cómo distinguirlos? ¿Se les hace un examen de Historia del Arte? Más aún: ¿debe recuperar el arte su condición elitista? ¿Hay que encarecer las entradas a museos y exposiciones, como proponen algunos, para que los precios actúen como filtro? ¿Acaso no tiene derecho todo el mundo a ir y pasearse por donde le salga de los giocondos? ¿Quién es nadie para proclamarse más capaz de disfrutar de la pintura que otros?
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